Hueco es un estado degenerativo en la saga Dark Souls. Todos los no muertos están condenados a convertirse en Huecos con el tiempo, a menos que encuentren un suministro constante de Humanidades. La gran mayoría de enemigos hostiles en la saga son Huecos.
En términos de juego, ser Hueco limita en cierta forma las habilidades del personaje del jugador. No poder invocar NPCs o jugadores en la forma de fantasmas blancos, por ejemplo. Por otra parte, ser Hueco puede ser ventajoso, ya que evita que el jugador sea invadido.
El jugador puede revertir el estado Hueco al ofrecer Humanidad en una hoguera. Sin embargo, morir da lugar a volver a un estado semi-Hueco.
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El estado Hueco en Dark Souls II es similar al anterior juego, con algunas diferencias notables: Ser Hueco no evita el poder ser invadido por NPCs y jugadores. Con cada muerte la salud máxima del jugador se reduce en incrementos del 5%. Esto continúa hasta sólo poseer el 50% de la salud máxima. La apariencia del jugador se degrada con cada muerte.
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El estado Hueco en Dark Souls III es algo diferente de los juegos anteriores. El "ahuecamiento" no ocurre hasta que el Ser de la ceniza ha adquirido al menos una Marca oscura. Cada vez que el jugador muere, su nivel de Hueco aumentará en una cantidad igual a las Marcas oscuras que tenga en el inventario. El cuerpo del Ser de la ceniza decae al alcanzar cierto nivel de Hueco, siendo este efecto puramente estético al igual que en Dark Souls y Dark Souls II. Ser Hueco no tiene efectos negativos en la jugabilidad. Sin embargo, es necesario en ciertas questline y proporciona una bonificación de suerte al blandir armas Huecas con un nivel de Hueco de 15 por lo menos.
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